Reseña literario sobre "El templo del Cosmos", de Jeremy Naydler


Jeremy Naydler, filósofo y erudito en egiptología, cumple con creces esta promesa al transformar el estudio del antiguo Egipto en una inmersión vivencial, donde los templos no son meras ruinas de piedra, sino portales a un cosmos palpitante y sagrado. Inspirado en el "Corpus Hermeticum", Jeremy Naydler toma como eje la profecía de que Egipto es "el templo del mundo entero", un reflejo terrenal de las operaciones celestiales, y extiende esta idea a una crítica sutil pero incisiva de nuestra era desolada, marcada por la desconexión con lo divino.
El libro se estructura como un peregrinaje intelectual a través de los mitos y rituales egipcios, comenzando por el paisaje mismo de Egipto —el Nilo fecundo frente al desierto estéril— como metáfora de la dualidad universal entre vida y muerte. Jeremy Naydler desentraña el eterno conflicto entre Osiris, el dios verde de la vegetación y el cielo lechoso, y Set, principio de la aridez y el caos, no como un mero dualismo maniqueo, sino como un equilibrio dinámico que impregna la existencia humana y cósmica. Los "neteru" —traducidos a menudo como "dioses", pero mejor entendidos como principios divinos o energías inteligentes— emergen aquí no como entidades antropomórficas distantes, sino como fuerzas vivas que gestan la manifestación desde el "corazón" del espacio, un concepto que Jeremy Naydler redefine radicalmente: el espacio no es un vacío inerte, sino un útero cósmico donde lo potencial se despliega en formas infinitas.
Lo que eleva esta obra por encima de tratados egiptológicos convencionales es su capacidad para recrear la "experiencia" sagrada. Jeremy Naydler no se limita a describir rituales —como las procesiones en templos como Edfu o Dendera, donde el cosmos se replicaba en arquitectura y ceremonia—; los habita, invitando al lector a sentir la "dimensión vertical" de la realidad egipcia, un plano astral donde humanos y deidades interactúan en un flujo de reciprocidad. La magia ("heka") se presenta como un arte fluido e integrado en lo cotidiano, más potente en su espontaneidad que en formas ritualizadas modernas, y la enfermedad se interpreta como una invasión espiritual que requiere exorcismos más que diagnósticos clínicos. Estas ideas resuenan con una crítica implícita al racionalismo occidental, que Jeremy Naydler ve como un velo que obstruye nuestra conexión con lo numinoso, proponiendo en cambio un "diálogo" con el pasado egipcio para renovar la conciencia sagrada en el presente.
Estilísticamente, Jeremy Naydler escribe con la precisión de un filósofo y la evocación de un poeta: sus prosa es densa, casi ritualística, repleta de citas primarias de textos herméticos y jeroglíficos que fluyen como un río nilótico, alternando análisis erudito con pasajes líricos que capturan la "armonía en la tensión perpetua" de las fuerzas cósmicas. Sin embargo, esta densidad puede ser un desafío para el lector no iniciado; el libro asume un familiaridad básica con la mitología egipcia, y ocasionalmente se adentra en especulaciones esotéricas que, aunque fascinantes, rozan lo subjetivo sin siempre anclarse en evidencia arqueológica incontrovertible. Aun así, estas audacias son su fuerza: Jeremy Naydler evita la trampa del academicismo árido, optando por una narrativa que inspira reverencia sin caer en la nostalgia romántica por un "edad dorada" perdida.
En última instancia, "El Templo del Cosmos" no es solo un estudio histórico, sino un llamado profético a la restauración de lo sagrado en nuestra era de desolación ecológica y espiritual. Como advierte el propio Jeremy Naydler, el "templo restaurado" no replicará la forma antigua, sino que dialogará con ella para forjar un futuro donde la autonomía moderna se enriquezca con la interconexión cósmica. Recomiendo esta obra con entusiasmo a quienes buscan más que hechos: una experiencia que despierta el alma.
En un mundo que olvida sus raíces divinas, Jeremy Naydler nos recuerda que el cosmos aún late en nosotros.
por: Fernando Cano
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